El verdadero regalo

Comparte el Artículo

Supongo que hay veces que comprobar que la vida sigue y el mundo continúa girando cuanto el tuyo propio se desmorona es complicado. Todavía más cuando el calendario señala una fecha importante. Pero, aunque el frío se resistiera como de costumbre en Valencia, ha llegado diciembre y la Navidad con él.

Estas semanas atrás, la DANA ha inundado gran parte de nuestra tierra y todas nuestras conversaciones, dejando cicatrices que marcan el paisaje, pero sobre todo el alma. Un momento que nos recordó la fragilidad de lo cotidiano, cómo damos por seguro aquello que puede desaparecer en un instante y, sobre todo, cómo nos puede cambiar la vida de un momento a otro. Ahora, mientras la ciudad intenta recuperar el aliento y las luces de las plazas traer de vuelta el brillo, llega el momento de detenerse y reflexionar.

La suerte de estar presentes

Estas fiestas tienen una magia especial, casi rebelde, que nos invita a parar y nos enseña que, pese a todo, siempre hay espacio para la esperanza y la ilusión, aunque quizás este año no seamos capaces de verlo. Un año en el que sentarse a la mesa puede resultar más complicado que cualquier otro de los pasados.

Siempre he pensado que la mesa es el símbolo clave de toda reunión, allí donde hablamos por horas, nos reímos y compartimos canciones o anécdotas año tras año. Pero esta vez puede convertirse en un arma de doble filo, porque es un espejo de los abrazos que nos acompañan, pero también de las ausencias que ahora pesan más que nunca.

Aunque como siempre, la vida nos da una de cal y otra de arena o nos obliga a ver un rayo de luz entre tanta oscuridad, como cada uno quiera pensarlo. Por eso, esta época también es una oportunidad para reconectar, cuidarse a uno mismo, hacer de cada rincón de casa un refugio y de cada encuentro un acto de ternura para los que todavía tenemos la suerte de celebrar(nos).

Cuidarnos para cuidar

Durante estos meses es fácil que el sentimiento de culpabilidad aparezca y es normal que no sepamos cómo gestionar tanta información y sucesos recientes, de ahí que sea imprescindible parar a escucharnos: saber que nuestra mente necesita un descanso de la vorágine de noticias y disfrutar de lo sencillo para ir retomando una normalidad que es necesaria.

Ser conscientes, en definitiva, que para cuidar tenemos que cuidarnos primero a nosotros mismos. Relajarnos e intentar encontrar aquello que nos haga sentir bien y en paz. Aquellas pequeñas cosas que tienen el potencial de mejorarnos el día. Como cocinar una receta, escuchar música, pasear por la ciudad, hacer deporte, salir con amigos, tomar una cerveza o un chocolate caliente, leer, comprar flores, escribir una carta, ir al cine.

Ahora más que nunca debemos mirarnos a los ojos, brindar por la solidaridad, reponernos ante las dificultades con el tiempo y cariño necesarios, abrazar a quienes tenemos cerca, valorar el tiempo porque vuela y confiar en que, como Valencia cada mes de marzo, encontraremos la manera de renacer y volver a vibrar con fuerza.

Comparte el Artículo