Limarse los dientes en casa, echar agua en aceite hirviendo o desaparecer durante 48 horas han sido algunos de los retos más virales y controvertidos que han hecho replantearse tanto a mayores como a jóvenes los límites y el fin de los mismos.
Porque aquí, no todo vale.
Mayoritariamente estos retos suelen protagonizarlos los usuarios preadolescentes (entre los 10 y los 14 años) que se mueven arrastrados por la “dictadura del like”.
Según un estudio financiado por la red social TikTok, un 21% de los jóvenes de entre 13 y 19 años ha participado en retos en línea (el 14 % de los encuestados tenía entre 13 y 15 años y el 9 % correspondía a jóvenes de entre 18 y 19 años), y un 2% afirma haber hecho retos que ellos mismos consideran peligrosos (Praesidio Safeguarding, 2021).
La difusión de este tipo de pruebas se ha convertido en un riesgo difícil de controlar y aunque se trate de un tema controvertido, sus ‘seguidores’’ pueden enfrentarse a responsabilidades civiles y penales por los daños causados.
UNIR (Universidad Internacional de La Rioja) ha subrayado que parte del éxito de los retos virales se justifica por la breve duración de los vídeos, de menos de 1 minuto, su enorme diversidad y su fugaz viralidad, ya que si un reto está de moda, al poco tiempo deja de estarlo y se pone de moda otro.
Lo principal que todos tenemos que hacer es distinguir los desafíos nocivos, pero sin malas intenciones, de aquellos que invitan a los usuarios a autolesionarse o lastimar a alguien.