Un andar inconfundible y una mirada penetrante que te impone desde el primer minuto. Así suele aparecer Eduard Fernández. Con cierto aire desenfadado, y como si la cosa no fuera con él, lleva a sus espaldas incontables películas en su filmografía. Lejos de pesarle, se siente orgulloso de todos sus personajes, de quien destaca su complejidad, a la que adora por considerarse un amante de los retos.
Y en “Los renglones torcidos de Dios” se le presentó uno que no podía rechazar: Interpretar a un personaje de uno de los bestsellers más conocidos de todos los tiempos.
¿Qué se siente al interpretar un personaje que tiene tanta fuerza en uno de los bestsellers más conocidos y populares del mundo?
Sí, sí, es verdad. Y creo que no era consciente de que lo había leído tanta gente hasta que me metí en el proyecto. Todas esas personas esperan mucho de esta película. Eso tiene su peligro ya que cada uno se imagina a los personajes y la historia de un modo, y claro, esa presión existe. Pero creo también que una vez empieza la película, si te atrapa, te atrapa, y es lo que pasa en esta, además que es muy fiel al libro. Pasan muchas cosas como para pensar si te lo imaginabas de otra forma.
“No era consciente de que el libro lo había leído tanta gente hasta que me metí en el proyecto”
¿Cuando ves por primera vez la película montada, te da la sensación como que ves a otra persona?
(se ríe) No, mira, decía Bigas Luna que un actor solo se ve a si mismo, y luego ya al tercer pase empieza a ver algo de la película. Yo ya me he visto mucho y eso me hace estar más tranquilo, así que creo que en el primer pase de “Los renglones torcidos de Dios” ya vi mucho de la película final.
¿Cómo es trabajar con uno de los cineastas (Oriol Paulo) que mejor trabaja el thriller actualmente?
Sí, y de hecho esta película parece escrita expresamente para que la dirigiera él. Es decir, el guión es suyo, pero la historia parece hecha a su medida porque tiene mucho que ver con su cine. Su forma de contar y enfocar la historia y su visión son muy interesantes.
¿Os deja cierta libertad creativa?
Sí. De hecho yo soy de los que me gusta proponer cosas y aportar ciertos aspectos al personaje. Cada uno tiene su punto de vista y una visión desde donde mira la película. Y es bueno, yo creo, que podamos aportar ciertos aspectos que mejoren nuestro personaje, ya que quizá el director no ha caído. Luego él siempre es el que decide, y eso va a misa. En este caso la historia y el personaje es muy oral, he podido perfilar cosas en el diálogo, la expresión, la mirada.
¿Cómo suele ser tu proceso creativo a la hora de preparar tus personajes?
Supongo que tendré algún método, pero no te sabría decir cuál es (se ríe). Me gusta indagar en cómo mira el personaje, cómo anda, qué piensa, si esconde o no algo, y cómo es psicológicamente.
¿Cómo te enfrentas a esa parte de salud mental? Es un tema del que aún tenemos muchos tabúes ¿no?
Sí, completamente. De hecho, el simple hecho de ir al psicólogo ya ha generado mucho estigma. Y creo que es más bien un tema cultural. Vamos al psicólogo porque nos cuesta relacionarnos con los demás, nos cuesta mucho saber quiénes somos, y leer bien la realidad. Y luego está la gente que tiene una enfermedad mental, y no es que estén tarados o locos, es que están enfermos. Y asumir eso es un buen punto para empezar a trabajar en ello y liberarse, de algún modo, asumiendo quién es uno.
“Supongo que tendré algún método en mi proceso creativo, pero no sabría decir cuál es”
¿Cuál es el personaje que más complejidad ha supuesto en tu carrera?
Uff, hay muchos. Francisco Paesa, de “El hombre de las mil caras” fue muy complejo porque tenía muy pocos sitios a los que agarrarme, y tenía que estar escondiéndome todo el rato. Tenía que no estar pero al mismo tiempo no desaparecer para seguir generando cierto interés en el espectador. Ese por ponerte un ejemplo, pero todos tienen cierto grado de complejidad.
¿A qué personaje te gustaría interpretar?
Pues mira, si que me gustaría interpretar a dos. Uno de ellos es la evolución a una locura por exceso de dolor. Y adentrarme en ese proceso. Y otro de ellos es alguien con una hipersensibilidad muy grande, muy femenina también. Algo parecido a lo que hizo Colin Firth en “Un hombre soltero”. Bueno y todos los que vengan.
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