Las Fallas de Valencia no solo son pólvora, arte efímero y música, sino también gastronomía. Y entre los rituales imprescindibles de la fiesta destaca el almuerzo fallero, una tradición que cada marzo cobra protagonismo en los casales, bares y calles de la ciudad.
Con la mascletà como telón de fondo, el “esmorzaret” fallero se convierte en una pausa sagrada para reponer fuerzas y compartir con amigos y familiares. La fórmula es simple, pero infalible: bocadillos generosos, cacahuetes y altramuces, buen vino o cerveza y, por supuesto, cremaet para culminar.
Bocadillos estrella y ambiente festivo
Los bares y horchaterías de la ciudad viven sus días más intensos en estas fechas, con largas colas desde primera hora de la mañana. Los almuerzos falleros más demandados incluyen clásicos como el “chivito”, el “blanco y negro”, la brascada o el emblemático bocadillo de longaniza y habas. También hay opciones más contundentes, como las tortillas rellenas o las variantes con carne de caballo.
Pero más allá de la comida, el almuerzo fallero es un momento de hermandad y convivencia. Fallas, peñas y grupos de amigos ocupan terrazas y aceras, improvisando mesas con bancos y sillas plegables. Entre risas y anécdotas, la fiesta se vive también en el plato.
Casales y almuerzos populares
En estas fechas, muchas comisiones falleras organizan almuerzos abiertos al público, donde cualquiera puede disfrutar de la auténtica esencia fallera. Además, algunos mercados municipales y locales emblemáticos preparan almuerzos especiales, atrayendo tanto a vecinos como a turistas que quieren sumergirse en la tradición.
En definitiva, almorzar en Fallas es mucho más que comer: es un acto social, una celebración gastronómica y una parte fundamental de la cultura festiva valenciana. Así que, si estás en Valencia en marzo, busca un buen bocadillo, pide un cremaet y vive la tradición con los cinco sentidos.
L’esmorzaret: embutidos, huevos y hortalizas
‘L’esmorzaret’ tienen sus raíces en el campo, cuando los agricultores se tomaban un descanso por las mañanas y se dirigían a los bares para disfrutar de un bocadillo que ellos mismos preparaban con los ingredientes que tenían más a mano y que siguen siendo la base de muchas de las recetas, y que tienen el embutido, los huevos y las hortalizas de la huerta valenciana como elementos principales.