Por Anna Rodrigo y Nisín Mora
Lolita Flores, protagonista, y Luis Luque, escritor y director de la obra, presentaron ayer en el Teatro Olympia ‘Poncia’, un espectáculo a partir de ‘La casa de Bernarda Alba’ de Federico García Lorca. Un canto a la libertad que habla de la lucha de clases, el suicidio, la sexualidad y el feminismo. Una obra que llega a València en el momento justo, para recordar que la vida sigue y que tenemos derecho a “seguir soñando con la vida”, como dijo Luque. Porque la cultura es más necesaria que nunca y porque como declaró Lolita: “nosotros no podemos dejar de apostar por la belleza”.
Lolita, quería darte especialmente las gracias como valenciana por haber venido justo en estos momentos tan complicados. ¿Qué significa para ti València? ¿Y, sobre todo, qué esperas del público valenciano?
Bueno, el público valenciano lo conozco muy bien. Yo llevo muchos años viniendo al Teatro Olympia, aquí he hecho cine y lo primero para la televisión con 16 años, ‘La buena vida’. València siempre ha seguido mis pasos. Además, parte de mi familia, mi tía Carmen, mis primos y mis sobrinos viven aquí. Yo a esta ciudad la quiero y me siento muy sensibilizada con todo lo que ha pasado.
Creo que todos los españoles estamos muy tristes. Sobre todo, tenemos la tristeza de saber que, aunque no se hubiera podido remediar porque el agua tiene mucha fuerza, sí se podía haber puesto algún medio antes y no llegar tan tarde. Y ya no te hablo de las pérdidas de familiares y amigos, porque eso no se recupera nunca. Si no de los demás que se han quedado y tienen la vida rota. Yo he venido a València porque estaba firmado hacía mucho tiempo y hay que cumplir con lo que se tiene pactado. Pero la función de hoy es benéfica, yo he dado mi sueldo, por ejemplo, para todos los damnificados por la DANA.
Y la cultura en estos momentos nos ayuda.
Sí, para que se despeje la mente y se pueda disfrutar, porque la cultura, al fin y al cabo, cuando tú tienes un problema está siempre presente. Te pones música y parece que se disipa un poco o te pones a bailar y se te pasa la pena. Esto no va a arreglar nada, pero tampoco va a desarreglar. Es decir, lo único que sí puede hacer es ayudar a las almas que hoy estén tristes.
Ahora que hablamos del alma, has dicho en alguna ocasión que sientes a Poncia “por los poros de tu piel”. ¿En qué aspectos te sientes conectada con este personaje?
Ella es madre, es abuela también. Ama la libertad, la justicia. Le gusta que amen en libertad, que se ame de la manera que sea y a quien sea, pero bien. No le gustan los encierros y no le gusta el “porque sí”. No le vale ese: “haces esto porque yo quiero que lo hagas”, siempre hay que darle una razón que lo justifique. Ella lleva encerrada 8 años en esa casa y hay una desgracia, la de Adela, que se ahorca por amor. Ahí es cuando ella explota y empieza a poner a todos en su sitio. Un poco lo que nos pasa a cualquiera, el vaso se va llenando de pequeñas gotas de agua hasta que rebosa.
Vemos que Poncia es una mujer muy empoderada, fuerte, pero que también tiene un lado muy sensible y vulnerable.
Al fin y al cabo, es una trabajadora, una criada, en casa de una señora. Siempre ha habido clases sociales y siempre las habrá, pero hay algunas que están por encima y te miran igual y otras que te miran por encima del hombro. Yo me fijo en las clases de corazón, no si tienes más o menos posibles. Se hablaba de eso en aquella época, pero si miramos hacia el futuro, hoy en día hay muchas mujeres que todavía están muy “puteadas” a todos los niveles.
Parece increíble que una obra de hace tanto tiempo esté tan vigente ahora mismo.
Porque los tiempos cambian, pero hay cosas que les cuesta cambiar. Hay mujeres que les gusta ese tipo de vida y que no luchan para salir de ella porque tienen una “comodidad”. Pero es que hay hombres que habría que llevarlos otra vez a la escuela desde chiquitos.
Sabemos que Poncia no es tu primer monólogo, pero siempre es un desafío estar tú sola en el escenario. ¿Cómo afrontas este reto?
A mí me encanta, yo le he cogido el gusto a lo de estar sola. No tengo que darle pie a nadie, así si me equivoco no perjudico al siguiente. Me gusta también trabajar con compañeros, lógicamente no me gusta la soledad, pero en este caso ha sido una soledad elegida. Es una Poncia que está sola, pero que realmente está con todas, con Bernarda, con Adela. Está con todas, porque con todas habla.
¿Qué te llevas tú de este personaje como actriz, pero sobre todo como mujer?
Obviamente me llevo la experiencia, porque ha sido un regalo del cielo, pero yo siempre digo que para mí los personajes empiezan cuando se abre el telón y se terminan cuando se cierra.
La obra aborda temas muy profundos como el suicidio o la culpa. Quizás es una manera de protegerte y que no te afecte emocionalmente fuera del escenario.
Sí, yo el personaje no me lo llevo a casa. El personaje tiene sus pensamientos, su manera de ser, puedo tener muchas cosas en común con cada uno de ellos, pero yo sigo siendo yo con mis defectos y mis virtudes y Poncia, en este caso, se queda en el camerino.
Cuando Miguel Narros dirigía el Teatro Español sugirió a Lola Flores para interpretar a Poncia. Pero, por motivos de agenda, ella no pudo hacerlo. Luis Luque, cuando te propusiste rescatar al personaje, tuviste claro quién le daría vida. ¿Cómo ha sido trabajar con Lolita?
Ha sido muy fácil porque ya hemos trabajado juntos en otras ocasiones, como en Mérida, donde ya se creó una relación de amistad. Esta obra fue algo muy casual, no teníamos previsto trabajar juntos, pero cuando vi un vídeo en el que se hablaba de Poncia lo tuve claro y Lolita se lanzó a la piscina. De hecho, ya estamos maquinando la siguiente.
¿Con Lolita como protagonista de nuevo?
Sí, porque ella es muy buena actriz. Es muy rigurosa y precisa a la hora de interpretar. Además, siempre nos hemos reído mucho juntos preparando los proyectos, aunque fueran un auténtico drama (risas).
Habéis cogido un personaje de la Casa de Bernarda Alba, una obra muy querida en España, escrita por Lorca que también es historia de nuestro país. ¿Cómo ha sido coger ese texto sin faltar al respeto, ni a su memoria?
Federico nos pertenece a todos, es nuestro amigo, nuestro poeta. No debe estar en una vitrina, está entre nosotros. Mi familia era andaluza y él es andaluz, así que siempre me he sentido muy conectado con él y su obra. Federico está para usarlo, para que se dé a conocer y dialogar con él. El arte está para tocarlo, sentirlo, disfrutarlo, rechazarlo. Yo no me comparo ni me intento poner a su altura, pero creo que usar su legado es el mejor homenaje. Eso sí, cuando escribía el guion lo hacía con una vela y una fotografía de él en la mesa, a modo de inspiración (risas).