Una oda a la iconicidad en la decoración
La no existencia y materialización ha sido objeto de debates, discursos filosóficos y recursos literarios*, pero también, asignatura olvidada de la decoración y el diseño. La importancia que reside en lo diáfano y el hablar, entender y plasmar aquello que de por sí no se define, no se conforma ni se aprecia.
El intento del diseñador por materializar el vacío que se deja, de la conformación del espacio a través de la ausencia y de la visón estratégica del desértico espacio. Del entendimiento del suelo como la tabla rasa cubierta de posibilidades y cuya disposición se planifica, mueve y cuenta como las fichas en un tablero de ajedrez.
Hablamos del todo y de la nada en la decoración, del vacío en su totalidad y la plenitud en la ausencia. Esa forma de disposición de los huecos entre muebles arraigada ala filosofía Wabi Sabi, que pone en valor la belleza de lo imperfecto e incompleto. De la estética de lo diáfano como algo que refleja lo espiritual e incluso, lo poético. Esas inmensas casas pulcras y escuetas en sus muebles; ese salón con un sofá y una lámpara, esa pared sin cuadro…
El espacio y la nada entre los muebles marca el compás del hogar, moviéndose por un metafórico pentagrama para elaborar una melodía personal. Quizás, el elemento más importante en la decoración sea aquello que no se decora. La voluntaria voluntad de la nada, la deliberada decisión de la no decoración y de la nada como un todo sonoro.
Porque en personas, objetos y pensamientos todo se mide en el vacío que se deja.
Flaubert quiso escribir una novela sobre la nada y no lo consiguió ¿Lo conseguiré yo?
La Gran Belleza