Oriol Paulo es hoy uno de los directores de thriller más conocidos. Firmando películas como El Cuerpo, Contratiempo, Durante la tormenta o El Inocente, habla de su niñez y de cómo devoraba los libros de Agatha Christie. Metódico y coherente, hasta que no tiene muy claro lo que quiere contar y cómo hacerlo, no se mete en ningún proyecto. Ahora estrena la que probablemente sea su película más compleja: Los renglones torcidos de Dios.
¿Cómo surge el proyecto? ¿Ha sido muy complicada la adaptación de uno de los betsellers más famosos del mundo?
Ha sido un vértigo importante (se ríe). Fue un proyecto que me ofrecieron Atresmedia y Warner y tardé seis meses en aceptar precisamente por el respeto que yo sentía por el libro.
Es verdad que en esos seis meses mi cabeza no pudo dejar de pensar en Alice Gould, en el recuerdo que tenía de ese personaje tan bestia. Y a partir de ahí, llamo al guionista y Premio Nacional de Teatro, Guillem Clua, para ver como podemos adaptar la novela. Siempre siendo muy conscientes que el reto era adaptar un libro de hace más de cuarenta años, en una España muy distinta, para un público muy distinto y con un medio muy diferente como es el cine.
Se trataba de hacer una película que se sintiera actual pero que no traicionara el espíritu de la original.
¿Cómo ha sido la reproducción de un sanatorio de los años 70 en la antigua fabrica tabacalera de Tarragona?
Fue complicado (se ríe), de hecho en la preproducción no teníamos sanatorio porque ninguno nos convencía lo suficiente. Milagrosamente, apareció este edificio, y entonces tuve claro que quería grabar ahí. Lo bonito ha sido no sólo transformar esa tabacalera, sino el hecho de poder recrear todo el interior de un sanatorio en un único espacio, aprovechando paredes reales con decoración nuestra, para darle realismo.
En esta película la figuración, además, es clave.
A mi me gusta destacarles mucho porque creo que son un personaje más de la película.
Hicimos un casting muy cuidado y luego hice un desglose de todas las patologías y enfermedades que aparecen en la novela y las fui asignando a cada uno de los personajes, teniendo un pronóstico con su enfermedad. Por eso, todos han tenido que trabajar en equipo para que aquello que estaba pasando en segundo plano fuera creíble y además pudiera interactuar con el primer plano.
¿Y cómo ha sido trabajar la salud a ese nivel tan alto?
Ha habido mucha documentación y hemos tenido un psiquiatra con nosotros que nos ha estado asesorando constantemente. Por ejemplo, la madre de Bárbara Lennie es psiquiatra, con lo que ella también se apoyó mucho en eso. Además, teníamos que tener en cuenta que había que ser fieles a la época, pero anunciando el cambio que estaba por venir. Piensa que en 1979 entre esas cuatro paredes ya se estaba creando una nueva psiquiatría que todavía no había llegado fuera.
Es cierto que lo que más querías destacar es la parte más thriller, como un enamorado del género que eres, ¿Qué es lo que tiene que te cautiva?
Mi abuela era una gran lectora de thriller, le encantaba Hitchcock y todo ese tipo de películas. Yo con catorce años ya tengo el recuerdo de estar leyendo a Conan Doyle, Agatha Christie y no poder parar hasta llegar al final. Por eso creo que de alguna manera siempre he intentando reproducir esa sensación en mis películas. Creo que es un envoltorio muy interesante donde poder hablar también de otros temas.
Y en que referentes os habéis basado para este proyecto
Hemos visto muchas películas la verdad, pero no para que fueran una referencia visual que en ese aspecto soy muy mío (se ríe). Hemos mirado por ejemplo el Nido del Cuco, Shutter Island aunque también nos hemos ido al cine de Claude Chabrol para recrear todo ese mundo que rodea al sanatorio y el personaje de Alice. Al final buscábamos referentes de los años setenta, pero para hacer una película que se sintiera única.