En una oscura tarde de invierno un señor conocido y reconocido entre ciertos círculos sociales y económicos de Valencia y cuya identidad naturalmente no pienso revelar, tras hacer alusión en contemplativa admiración al tono y tejido de una blazer que horas antes yo mismo me había comprado, prosiguió ante mi estupor de una manera ingenua pero no desprovista de firmeza en unas pecaminosas palabras hacia una disertación que poco menos se sustentaba en relativizar el concepto de buen gusto con singular vehemencia, nada que ver con la manida y perezosa postura del vulgo profano al respecto.
Damnificado en mi horror busqué consuelo en el silencio de la reflexión, y fue en la misma donde tras breves instantes mi imaginación dibujó la desgarbada silueta de Goliat vivo y victorioso como símbolo de la fealdad.
Desmitificando los mitos sagrados o mitificando lo ordinario es el llanto de aquellos que se refugian entre la fauna de la sabana africana a modo de enrabietada respuesta a la excelencia humana.
El buen gusto entendiéndose como la capacidad de diferenciar lo bello de lo feo y de lo insípido es un concepto absoluto, la relatividad radica en el juicio o mejor dicho en la capacidad de juicio, que no se determina en última instancia por aspectos culturales o relacionados, sino en una sensibilidad innata y universal.
Las personas ante la obra de arte pueden reaccionar de dos maneras, experimentar un placer inusitado aunque sea inconsciente o sentir una profunda ofensa pues para éstas, para las vulgares, “no hay mayor insulto que una obra de arte, porque la magnanimidad de las bellas artes representa el espejo que refleja sus propias vergüenzas”. Pero la naturaleza es solidaria y les recompensa en número y cantidad.
Las cosas son bonitas o feas, las personas tienen buen o mal gusto.
PRIMAVERA DE RESURRECCIÓN
Cuando los estetas experimentan la desdicha del triunfo filisteo sufren sus consecuencias, la crucifixión intelectual se presenta inexorable siendo un duelo obligado aunque caduco.
La primavera en un marco de flores perfumadas y resplandeciente luz es el perfecto lienzo para curarse en salud. Buscar auxilio en el arte con su naturaleza idílicamente representada es un jarabe garantizado, no tanto para quien lo busca en la silvestre naturaleza donde no hay cabida al más mínimo indicio de arte, y no creo que el cosquilleo de las hormigas sea especialmente milagroso.
Por lo tanto y tras mi resurrección primaveral con las plenas facultades recobradas me gustaría evocar el recuerdo de aquellas citas que iluminaron el oscuro invierno en unas líneas que si bien no estarán al servicio de la actualidad no es menos cierto, querido lector, que la máquina del tiempo también puede ofrecer sensaciones apasionantes.
En el último solsticio invernal entre apocalípticas lluvias y gélidas temperaturas cuyo único atractivo es la posibilidad que éstas ofrecen de poder disfrutar de las pieles de esas elegantes señoras, un intermitente oasis interrrumpía el inhóspito clima con convocatorias precedidas de expectación y sucedidas con satisfacción.
De tal modo Vicente Gracia, el autor de ” mi caprichosa vanidad “ joya con la que a día hoy me sentiría desnudo de no portarla, en los albores de los fríos días un año más recibió con particular encanto y refinamiento. Desde el atento servicio en el vestíbulo hasta las antológicas bandejas del dieciocho en plata mediante las cuales se sirvieron unos sabrosos canapés patentaron la categoría esperada.
Vicente es el joyero de la buena sociedad valenciana y una generosa parte de la misma le profesa una gran fidelidad, además el relevo generacional es muy frecuente entre algunas familias que conforman su clientela. De las señoras recordaré a la que hace de este adjetivo su bandera, Mayrén Beneyto; mientras que de los señores caso de excepción fue el de Luis Lluch que tanto nos hizo reír con su metáfora en un ingenioso e hilarante paralelismo entre la vida conyugal y la corrida de toros.
” Mi caprichosa vanidad ” por Vicente Gracia
El éxito invade la trayectoria del interiorista Carlos Serra, fue un invierno de crecimiento empresarial con la apertura de su segunda tienda que se puede visitar en la calle Cirilo Amorós. En la fecha inaugural tal era la incontable cantidad de asistentes que si no fuera por la incuestionable reputación del empresario que de entrada es una garantía, el atractivo de lo allí expuesto hubiese sido una incertidumbre, sencillamente porque la densa aglomeración impedía divisar toda una serie de objetos tan propios en la decoración de interiores. Nombres como los de Victor Nebot o Esther Barrera se ganaron mi atención.
No hay invierno en la ciudad sin un éxito reeditado por parte de Paula Alcón con su tradicional market que siempre cuenta con una amplia oferta. Como novedad habría que señalar la música de Olfo Bosé.
El presidente de la Fundación Bancaja Rafael Alcón o el expresidente de la Generalidad Alberto Fabra, fueron visitas destacadas entre centenares de personas que asistieron durante el transcurso de la programación.
En el centro de la imagen la anfitriona Paula Alcón y a su izquierda, Olfo Bosé, uno de los protagonistas de la edición
La Valencia Shopening Night me parece en la mayoría de los casos una interesante simbiosis de dos factores íntimamente relacionados como lo son la moda y la sociedad. Magnífica ocasión para comprar si la situación es la de ” un viandante que pasaba por allí ” o la condición la de un ferviente fashion victim. Asimismo por razones obvias lo es para la venta, lo que revierte en un beneficio colectivo.
Lila Albanozzo pese a la modernidad de la celebración ha logrado afianzarse como un clásico de obligada visita desde su tienda de la calle Soledad. Y precisamente se lo debe a ese pavo ante el que claudican los paladares más sibaritas y que ha adoptado categoría de leyenda urbana.
También me pareció destacable la Óptica Climent que congregó a una generosa representación del sector empresarial valenciano.
La editorial Hello Valencia evidenció una vez más su gran compromiso con la capital del Túria instalando un photocall en la galería Jorge Juan, lo que motivó un gran movimiento en los alrededores del centro neurálgico de la Shopening.
La relaciones públicas Ángela Valero de Palma rubricó un invierno sin alterar el ritmo de su actividad, es decir trabajando mucho y bien, fue la elegida para convocar la primera exposición de fotografía de la Fundación Pequeño Deseo que se llevó a cabo en Las Cervezas del Mercado. La misma se caracterizó por la presencia y creación de niños cocineros, algunos de los cuales han concursado en conocidos programas de televisión con grande éxito. Se procedió a una rifa presentada por Carles Villeta, una vieja cara de la televisión autonómica.
En lo que me concierne supuso una oportunidad para coincidir con el maestro Vicente Barrera, quien siempre me ha infundido admiración en lo profesional y respeto en lo personal.
La susodicha en cuestión también influyó favorablemente en la preparación de la exposición de Virginia Kelle en la céntrica clínica Pons, lo que me pareció un enclave cuanto menos original para este tipo de actos. Cuantiosa respuesta social con nombres como los de Paco Lloret, Amparo Lacomba, Mª José García, María Rosa Fenollar, el siempre encorbatado Daqui Gómez, Miguel Ángel Pastor o Alejandro Segrelles.
El atractivo de Anabel Navas a mi parecer no se limita al éxito profesional que le precede con Bierwinkel pues además lo complementa con un generoso temperamento. De su mano conocí una curiosa cerveza que ZETA comercializa elaborada con café, el resultado me pareció muy logrado.
Bajo un apellido tan representativo en la ciudad de Valencia como lo es Boluda también se esconde una vertiente artística, y la responsabilidad del hecho pesa sobre los hombros de Josita, En los bajos del Mercado de Colón se expuso su obra repartida entre falleras y toreros en medio de una atmósfera donde pululaban familiares, amigos y conocidos.
Algunos de estos nombres fueron Vicente Boluda, Eduardo Peñalver, Rosana Vento, Juanjo, Delia y Amparo Barral o Resu Navarro.
Buena ocasión para coincidir con viejos amigos quienes no disimularon la consecuente reacción de sus semblantes al contemplar que los músculos me han crecido a la misma velocidad que el pelo, lo que significó una situación divertida.
En la imagen una sonriente Josita Boluda
Desde que una querida amiga bautizara con agudo gracejo a Francis Montesinos como ” el adalid del Mediterráneo “ me pareció un nombre artístico ideal con el que hacer referencia al diseñador.
Pues el adalid destapó el tarro de las esencias a esos coterráneos que representa su arte desde una introspectiva materializada por una exposición denominada ” Epifania del lenguaje interior “, y que arrastró hasta la Galería Cuatro a ese variopinto universo que gravita en torno a su figura.
La gastronomía ha llegado a tener tal presencia en la cotidianidad social que una crónica encasillada como ” de sociedad ” sin un ligero atisbo que agudice el apetito podría tal vez considerarse que carece de un cierto rigor, motivado por este pensamiento haré mención de Meatman la nueva hamburguesería que comparte edificio con La Nicoletta en la calle de la Paz 33.
Durante su presentación en sociedad compartí estancia con Eugenia Villar, Ventura Vilarrasa, Antonio Morris y el televisivo Leo Cámara entre otros muchos.
Los últimos pálpitos del invierno valenciano tienen un consabido aroma a pólvora. Primeras Fallas tras la declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de unas fiestas sin parangón y con una importante, para mi regocijo personal, carga artística; aunque lamentablemente regocijo que no se prolongó lo esperado desde el momento en el que me di un paseo por la plaza del Ayuntamiento y sufrí el encontronazo con la falla municipal, lo que provocó una negativa impresión animándome por primera vez en mi existencia a tener la necesidad de verla arder en un espectáculo donde paradójicamente la pirotecnia y las llamas lucieron como elementos decorativos sobre el monumento. Quiero pensar que las falleras en esta ocasión sustituyeron las lágrimas por clamorosas palmas, porque volviendo al origen de estas líneas: ” cuando se relativiza el buen gusto…”, “todo se invierte”.
Nadie está exento de la irreverencia del mal gusto, hasta la “Geperudeta” ensordece con los bramidos tras sus espaldas