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Los libros de
                                                                             Thoreau abogan por
                                                                             la vida contemplativa
                                                                                y la observación de
                                                                                la naturaleza como
                                                                                   vía de encuentro
                                                                                   con uno mismo y
                                                                                     con el universo










           Durante los últimos años, varias
           editoriales independientes españolas
           han llevado a cabo una interesante
           labor de recuperación de clásicos
           adscritos a estas corrientes,
           muchos de los cuales no se habían
           traducido nunca al castellano. Junto
           a títulos canónicos de no ficción
           como Walden, de Henry David
           Thoreau; Un año en los bosques,
           de Sue Hubbell, o Pensamientos
           desde mi cabaña, de Kamo no
           Chomei -todos ellos publicados
           en los últimos años por Errata
           Naturae- o La era del sucedáneo
           (Pepitas de Calabaza), de William
           Morris, también asoman libros
           de nuevo cuño como La invención
           de la naturaleza, la espléndida
           biografía escrita por la historiadora
           Andre Wulf sobre la figura de
           Alexander von Humboldt (1769-
           1859), el padre de la ecología que sirvió de inspiración a Thoreau. Son solo algunos ejemplos; la lista de referencias
           disponibles en las librerías hoy en día es inmensa.

           Los libros de Henry David Thoreau (1817-1862) abogan por la vida contemplativa y la observación de la naturaleza
           como vía de encuentro con uno mismo y con el universo. Y fue así como, en un acto crítico contra una sociedad que
           consideraba conformista y esclava de las instituciones, el autor decidió retirarse a vivir a las inmediaciones del lago
           Walden, en una vieja cabaña cercana a su ciudad natal, Concord (Massachusetts). Hoy este idílico emplazamiento,
           protagonista callado de una de sus obras más conocidas -Walden-, es un punto de peregrinación para los seguidores
           del escritor, que encuentran allí una réplica de la cabaña de 14 metros cuadrados en la que vivió durante dos años,
           dos meses y dos días. Defendía una forma de subsistencia espartana, que anticipaba ya la preocupación por los excesos
           del consumismo (“La riqueza de un hombre se mide por la cantidad de cosas de las que puede privarse”) y prefería las
           largas conversaciones con hombres del campo -o los plácidos silencios en compañía- a la aparatosidad de los usos y
           costumbres de la vida burguesa. Sus ideas y métodos crearon escuela. Poetas y novelistas como William Butler Yeats,
           Virginia Woolf y Mark Twain; filósofos como Heidegger, Bernard Shaw y Wittgenstein y músicos como Gustav
           Mahler se hicieron construir cabañas para espolear su ingenio al abrigo de la naturaleza.



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